Sueños mutilados

 08/02/2014 - 13:23

Aún existen mujeres que extienden sus sentimientos de protección y cuidado más allá de sus hijos y nietos, ya que tienen la capacidad de ofrendarlos a toda la infancia de su entorno, y aún les preocupa lo que les sucede a los infantes del mundo entero. Una de estas mujeres es la destacada intelectual y columnista Alejandra Rangel, orgullosamente regiomontana.

A continuación les comparto su columna publicada el día de hoy en el periódico El Norte, con la cual coincido en su totalidad, ya que tod@s somos responsables del abandono de las nuevas generaciones, que crecen padeciendo una carencia casi absoluta de protección de casi todas las instancias religiosas, gubernamentales y hasta internacionales.

Me sigue pareciendo hipócrita la extrema derecha que defiende acaloradamente valores como el de "la familia tradicional" o "los derechos del nonato", mientras ignora y desprecia tomar posturas firmes ante los bebés y niños que sufren o mueren por acciones u omisiones de nosotros los adultos, o enfrentan pocas o nulas posibilidades de desarrollo digno. Esa infancia a la que, como expresa Alejandra, le hemos mutilado los sueños con nuestra ceguera y egoísmo.

La tragedia de nuestra infancia es la de todo el género humano, y las imágenes del dolor y la muerte de niños y niñas en muchos rincones del mundo que Internet nos permite ver, sólo "confirman la decadencia y barbarie de la civilización en la que vivimos", como nos dice esta valiosa mujer.

Pareciera que estamos ante un retroceso civilizatorio. ¿Será que esta época es el final del túnel?

Ojalá y pronto termine y podamos ver la Luz, pero será un esfuerzo conjunto, o no será.

Quienes tengan hijos o nietos, disfrútenlos mucho este fin de semana.

Cristina Sada Salinas

COLUMNA DE ALEJANDRA RANGEL:

Sueños mutilados

Alejandra Rangel

02 Ago. 2014

La Convención sobre los Derechos del Niño promovida por la ONU desde 1924, revisada en 1959 y vuelta a pactar en 1990, proclamó que todas las instituciones públicas o privadas, ya sean de bienestar social, administrativas o legislativas, deberán tener como interés superior los derechos de los menores, asegurarles protección y cuidados necesarios para su bienestar, y que los Estados en los conflictos armados se comprometían a proteger a la población civil y cuidar especialmente a la niñez.

Aunque muchos países ratificaron esta Convención, los discursos y las prácticas se contradicen. La situación actual de los conflictos bélicos demuestra que no se respetan los mínimos derechos humanitarios hacia los niños, ni en la guerra actual en la Franja de Gaza ni en el caso de los menores migrantes, así como tampoco en el seno de las familias.

Todos los días enfrentamos escenas de combates que muestran cuerpos de niños destrozados en brazos de adultos con el rostro marcado por el dolor, el asombro en los ojos de una niña ante la destrucción de su barrio, menores huyendo de la violencia en Centroamérica, jugándose la vida para llegar a Estados Unidos; imágenes que confirman la decadencia y barbarie de la civilización en la que vivimos, así como la negligencia y crueldad que manifestamos hacia las generaciones del futuro.

La violencia que imponemos a la infancia y la juventud, la trata de blancas, su sometimiento al crimen organizado, el abandono en albergues sin requisitos de seguridad y de respeto hacia los derechos humanos, todo ello habla de problemas estructurales en las sociedades, de una crisis de la conciencia histórica donde pasado y porvenir desaparecen e impiden una transformación radical entre los hombres, demostrando la falta de compromiso hacia el valor y la dignidad de todo ser humano, la doble moral como emblema de nuestro tiempo. ¿Para qué han servido las convenciones y pactos sobre los derechos de los niños?

México, aunque sin problemas bélicos, también se suma a la indiferencia hacia los más vulnerables: el caso de "La Gran Familia" es una prueba. Un albergue en Zamora, Michoacán, que durante alrededor de 60 años permitió a su directora, Rosa Verduzco, "Mamá Rosa", desarrollar una labor de "madre adoptiva".

Sin mediar trámites legales recibía a cuanto niño y niña llegaran a sus puertas, lo mismo a personas mayores y hasta a bebés que ahí nacían. Se calcula que pasaron por ese hogar unos 10 mil menores.

Inmundicia, falta de libertad, toneladas de basura, comida en descomposición, tales fueron algunas de las imágenes que se hicieron acompañar de testimonios y declaraciones de jóvenes dispuestos a denunciar el haber sido golpeados por sus cuidadores y enviados a un cuarto oscuro conocido como "Pinocho", además del horror dentro de aquel espacio. Otros sufrieron abuso sexual y maltratos.

Todo ello escondido detrás de la filantropía de una mujer y la formación de escuelas de música como gran teatro de las apariencias. El precio que se pagaba por pertenecer a esos grupos era existir al filo de la sobrevivencia.

Triste condición la de México, lleno de políticos y líderes religiosos que se rasgan las vestiduras a favor de la familia y sus "valores", pero tan irresponsables en sus acciones. Es imperdonable y hasta criminal la falta de vigilancia por parte del Estado hacia las condiciones e ignominias que sucedían al interior del albergue mencionado, las injusticias cuando las madres reclamaban la devolución de sus hijos y nadie escuchaba.

Y qué decir del abandono de los padres, que en muchos casos no los querían, en otros no había dinero para mantenerlos y algunos no podían controlarlos. Tal vez hubo casos positivos, pero siempre enfrentaron situaciones sin protección y afecto.

¿Quién tiene más responsabilidad en este escenario que pertenece a todos? ¿Cómo atender la pobreza, violencia y crueldad, de una humanidad insensible con los más débiles en el mundo?

aleranhin@gmail.com

Licenciada en Filosofía y Maestra en Metodología de la Ciencia. Profesora e Investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL. Cuenta con publicaciones en las áreas de literatura, cultura y análisis social. Estudiosa de temas de la Modernidad, Posmodernidad, y Desarrollo sociocultural.

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Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

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