Lactancia: intimidad sagrada

 09/25/2014 - 19:26

Hoy en día ya es un lugar común, algo "políticamente correcto", que se hable de los beneficios de la lactancia materna. Todas las mujeres embarazadas, sobre todo las primerizas, “desean amamantar”, y la mayoría lo intentó por lo menos durante los primeros meses. Es un sí casi obligado aunque hasta ahora se ha quedado sólo en esto, en discurso, ya que las rutinas de los hospitales y las costumbres sociales alrededor del nacimiento de un bebé, no están realmente operando a favor de la lactancia, práctica que conlleva tantos y tan abundantes beneficios. Me refiero a la lactancia exclusiva durante los seis primeros meses de vida, y complementaria mínimo hasta los dos años de edad, como lo recomienda la Organización Mundial de la Salud (Liga), y todas las instituciones dedicadas a la salud de los niños.

Este tema me ha interesado desde antes de convertirme en madre, hace ya más de 37 años, y hoy tengo el privilegio de ampliar mis propios conocimientos gracias a una larga conversación con mi hija Ana Cristina, médico, partera y especialista en educación perinatal. Al conversar con ella, seguí aprendiendo aún más sobre este tema que suele ser ignorado o menospreciado incluso por gran parte de la comunidad médica, a pesar de todos los estudios científicos que sustentan la vital importancia que tiene para la prevención de múltiples trastornos y enfermedades.

A continuación no pretendo culpabilizar a aquellas madres que no hayan intentado o logrado amamantar a sus hijos por los periodos recomendados. Nada más lejos de mi objetivo, ya que casi todas hicimos lo que pudimos con los conocimientos que teníamos a la mano al enfrentar esta etapa. Sólo intento contribuir a que los conocimientos y recomendaciones de quienes han estudiado profundamente este tema, sean conocidas y comprendidas. Esto, con el fin de que cada día estos saberes estén al alcance de un mayor número de ciudadanos, para intentar ayudar a ir restableciendo el tejido social, comenzando por los acontecimientos y detalles más significativos con los que podemos contribuir al desarrollo de la salud integral de las nuevas generaciones, y por lo tanto de nuestra sociedad.

En los últimos seis años, en México se ha deteriorado la lactancia, sobre todo en las poblaciones de mayor pobreza, donde se está abandonando de manera acelerada. Según las estimaciones hechas por investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública, a partir de las encuestas Nacionales de Salud y Nutrición (ENSANUT), en la región sur del país, la lactancia materna exclusiva se redujo de 28.5 por ciento a 15.5 por ciento; en el medio rural pasó de 36.9por ciento a 18.5 por ciento. (Ver documento)

Estos bajos niveles de lactancia materna durante los tres primeros años de vida, tienen a México en un deshonroso primer lugar en obesidad infantil y con un alto índice de cáncer de mama, ya que está demostrado que la lactancia previene estos dos males. (Ver: Nota Unesco y documento)

Sabemos que a nivel institucional son diversos los factores que están incidiendo para que se den estas cifras: la falta de políticas que apoyen la lactancia, el entrenamiento profesional al personal médico y de enfermería, la atención deshumanizada del parto y el alto numero de cesáreas; la separación física rutinaria entre el bebé y su madre, así como el no propiciar el agarre del bebé al pecho dentro de la primera hora posparto. (Liga)

Los bebés nacen despiertos y listos para llegar inclusive solos, literalmente arrastrándose hasta el pecho de su madre para amamantar. Es su instinto natural. Son numerosos los estudios científicos que han encontrado asociaciones positivas entre el primer agarre del bebé dentro de la primera hora de vida, con el éxito de la lactancia a largo plazo. En México sólo el 18 por ciento de los niños tienen esta oportunidad, muy por debajo de la media mundial de 43 por ciento.

La falta de políticas públicas efectivas que apoyen a la lactancia materna dentro del sistema de salud, los permisos de maternidad, el apoyo en los espacios laborales para madres lactantes y trabajadoras son asuntos demasiado amplios para tratarlos aquí, por lo que me enfocaré ahora en las costumbres y mitos que interfieren e impiden que la lactancia materna fluya en casa naturalmente y perdure.

Las personas que aconsejan y están cerca de la madre que acaba de parir, casi siempre son las enfermeras, las abuelas del pequeño, sus tías, y en general, las mujeres de la familia más cercana, quienes con la mejor voluntad del mundo y siguiendo tradiciones adquiridas bajo ese mismo sistema hospitalario o social, suelen hacer sin saberlo, todo lo contrario a lo que es necesario para que la lactancia siga su curso natural. Llegar a visitar a la mamá que acaba de parir, esperar que ella sea la que te reciba, te cuente cómo le fue, el regalito, el cafecito, la plática, la ropita, cargar al bebé, tomar la foto, y demás “cordialidades”.

Las mujeres que realmente desean amamantar a sus bebés de forma correcta, suelen estar sujetas, sin darse cuenta, a mucha presión social. Cuando el bebé llora, la primer reacción es preguntar: "¿No tendrá hambre tu bebé?", "¿segura que con ese pecho vas a poder dar suficiente leche?", “¿ya tienes leche?”, “¿cómo están tus pezones?, ¿no serán muy grandes?, ¿muy planos?, ¿muy chicos?”. Pero cuando una mujer tiene un biberón en la mano jamás se le formularían preguntarían similares. El constante cuestionamiento y hostigamiento, las múltiples visitas generalmente inoportunas de familiares y amigos, el enfoque en el bebé en las visitas cargándolo y a veces bañándolo; todo esto daña la paz y la confianza en sí misma y en la sabia naturaleza que debe sostener a una joven madre, así como las capacidades innatas que tiene el bebé para encontrar soluciones ante su nuevo entorno.

Para entender por qué esto es intromisión y cómo perjudica a la lactancia, debemos saber primero que para que ésta acontezca de manera natural, al igual que en el parto, se requiere de tiempo, confianza, paciencia, seguridad, intimidad, calor y desnudez. Es un acto de amor, y pide ser experimentado como tal. Las mujeres que nunca han amamantado generalmente están mal informadas, mal aconsejadas y mal acompañadas. El 98 por ciento de las mujeres y sus bebés tienen todo lo necesario para una lactancia plenamente exitosa, pero el factor social y las costumbres después del nacimiento, son factores con los que no contaba la naturaleza. El estrés que le causa a una madre no poder amamantar puede llegar a ser suficiente para impedir que la leche salga, ya que se inhibe la hormona de la oxitocina, responsable de estimular las células musculares que rodean los alveolos, las cuales hacen que el tejido mamario se contraiga y así causan la expulsión de la leche (reflejo de eyección de la leche). (Liga)

Al nacer, el estómago del bebé no está desarrollado y es apenas una pequeña protuberancia del tamaño de una cereza, ubicada entre el esófago y el intestino, el cual está programado para que vaya creciendo al mismo ritmo que va aumentando la producción de leche de la madre. Para el mes de nacido el estómago ya habrá alcanzado el tamaño de un huevo. Los intestinos del bebé al nacer están llenos de meconio, una especie de pasta que se forma durante la gestación. Desde que son pequeños fetos comen y tragan todas las células que flotan en el ambiente del líquido amniótico ejercitando la deglución. Es como si se comieran sus propias células que "vuelan" a su alrededor y se van acumulando, formando y ayudando a la conformación del espacio interno o luz del intestino. Es muy importante que comprendamos que cuando el bebé nace, no necesita ni debe consumir leche de ningún tipo, ni siquiera de su madre. Lo que un recién nacido necesita es calostro, un líquido escaso, maravilloso y preciado, tanto que es conocido como “oro liquido”, que la mujer genera desde antes que inicie la producción de la leche materna, y durante los primeros días, llegando a veces hasta los cinco días después del nacimiento.

Las maravillas del calostro son muchísimas. Debemos de saber que es básicamente de dos cosas: abundantes anticuerpos para prevenir enfermedades, y un laxante muy fuerte; de tal modo que lo que hace la mamá al prenderse al bebé en su pecho de inmediato tras el momento mismo de nacer, es comenzarlo a purgar para que expulse toda esta pasta (meconio), y darle protección contra las primeras enfermedades, entre ellas la ictericia neonatal. (Para una visión amplia del calostro y el meconio ver: liga)


El bebé no llora sólo por hambre, en el sentido en que la entendemos nosotros los adultos, sino porque está alerta y al tanto de su ambiente. Si es separado de la mamá, como sucede en la mayoría de los casos en los hospitales hoy en día, lo que el bebé pide con su llanto es estar con su madre, en su pecho, aunque ella esté soltando solamente una gota de calostro cada media hora; no importa. Lo que quiere es estar pegado y chupando. Es para lo que vino preparado, por decirlo así; es lo que vino a hacer al mundo en sus primeros días. Cuando lo alejan de la madre y se lo llevan a una cuna, no entiende nada de lo qué está pasando y se siente abandonado aunque su madre esté a un metro de distancia. Durante los primeros 3 a 15 días de posparto, el bebé pide ser alimentado cerca de 15 veces en 24 horas, y sólo se calma verdaderamente si es cargado por su madre, si la huele y la siente casi todo el tiempo. Es el instinto de sobrevivencia en todo su esplendor aconteciendo ante nosotros. Somos mamíferos.

Los pechos de la madre también necesitan que el bebé succione y succione con hambre para lograr estimular la salida de la leche. Si alguien se atreve a entrometerse en estos días para bañarlo, cargarlo, dormirlo -para que la mamá descanse o para satisfacer el hambre del bebé-, podrá ser culpable de que la lactancia no sea exitosa. El pecho necesita al niño demandando la caída de la leche, y si deja de demandar, el pecho dejará de producir. Se dice que que por cada onza de fórmula láctea que se le da a un bebé en esta etapa, la madre deja de producir dos o más onzas, pues al darle fórmula, él ya no buscará la leche en el pecho materno. El niño se ve “satisfecho” y la mamá no producirá y así se desatará un ciclo que terminará por cancelar el proceso natural de la lactancia. La sencilla ley de oferta y demanda de la naturaleza.

Esto asusta a muchas mujeres y a sus familiares, pues consideran que es imposible que el bebé sobreviva sano y en llanto por hasta cinco días, o que la mamá sea capaz de tener al niño tan cerca tanto tiempo. Nos hemos formado una idea falsa al considerar al posparto como un compromiso social y no como un pacto de intimidad sagrada entre la madre y su bebe, y al pensar en los bebés recién nacidos como seres de extrema fragilidad, cuando la realidad indica todo lo contrario, pues son de una resistencia impensable en nosotros los adultos. Llegan equipados por la naturaleza, listos para aguantar esos días a base de puro calostro, y para mucho más. Un ejemplo es el de los llamados "bebés milagro" que sobrevivieron durante varios días bajo los escombros del Hospital Juárez, que se derrumbó durante el terremoto de 1985 en la Ciudad de México, y fueron rescatados en perfectas condiciones físicas, con algunos golpes y un poco de deshidratación, gracias a que cuando nacemos tenemos una grasa especial llamada grasa parda (igual a la de los osos en hibernación), muy distinta a la grasa adiposa que tenemos de adultos, con una muy superior capacidad de almacenaje energético. Venimos preparados para perder entre el 10 y el 15 por ciento del peso con el que nacimos, para que durante el periodo de dos, tres, cuatro, o a veces cinco días, en los que no habrá leche materna, sino “solamente” calostro en pequeñas cantidades, tengamos todo lo necesario para sobrevivir.

La suposición de que el bebé quedará con hambre si es amamantado -que es la primera en venir a la mente de muchas personas al ver al recién nacido llorando-, se debe en gran medida a que el biberón tranquiliza mucho a los bebés, más que el pecho, pues los abotarga y los deja listos para ser cargados por todos las visitas, en un estado parecido al que experimentamos los adultos cuando comemos mucho y nos quedamos sin energía para nada. Esto es así, porque la fórmula tiene una proteína de la leche, la caseína, que es más difícil de digerir. Está comprobado que los recién nacidos entran en un estado de sueño mucho más profundo con la fórmula y descansan a un nivel que no es natural para ellos, pues los estamos haciendo que duerman casi como adultos; en cambio, los niños de esa edad alimentados con leche materna no bajan tanto sus ondas cerebrales como para dormir de ese modo. Duermen menos, su sueño es más ligero, pero eso es lo normal. Con la fórmula el niño duerme seis horas o más. Con leche materna en cambio, si hay suerte, dormirá de una hora a tres horas durante los primeros días, si no es que menos. (Liga)

Tenemos el poder de cambiar nuestras expectativas y nuestras costumbres; sobre todo nuestras propias historias a favor de procesos naturales que hasta ahora la ciencia confirma, y seguimos descubriendo todos los beneficios que tienen: la lactancia previene la obesidad infantil, asma, diabetes de adulto, diarreas, muerte súbita de cuna, infecciones respiratorias e intestinales, entre muchas otras cosas.

La mujer que lacta recupera más pronto el peso que tenía antes del embarazo y disminuye su probabilidad de cáncer de senos, de matriz y de ovarios, y reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares a largo plazo. Además, genera un vínculo emocional importantísimo entre madre e hijo, ya que no es sólo alimento, sino también una ayuda esencial para formar el carácter, la inteligencia y las sanas emociones del niño. Es segura, saludable, práctica, gratuita, placentera, entre muchas otras cosas. A pesar de todo el desarrollo tecnológico, los humanos no hemos logrado sustituirlo con nada parecido.

¿Qué podemos hacer?

Ana Cristina nos invita a informarnos y a sanar nuestras propias historias de fracaso en la lactancia, si es que nosotras no logramos amamantar, o no lo disfrutamos. Hay que preparar a las mujeres embarazadas y a sus familias enteras para que el posparto lo consideremos un momento intimo y no un evento social.

Es urgente reconocer este acontecimiento como un evento sagrado e íntimo entre el bebé y su joven madre.

Siempre habrá tiempo de conocer al recién nacido, ya vendrá el momento de poder cargarlo y disfrutarlo, pero los primeros días de posparto, el marido, las mujeres de la familia, y sobre todo las abuelas y las íntimas amigas, deben de saber que el mejor lugar para ese bebé es estar piel a piel con su madre en la máxima intimidad. La mejor ayuda consistirá en apoyarla para que ella esté tranquila y cómoda, y no distraerla; auxiliarla únicamente en las cosas del hogar o con los otros hijos; cocinarle, prepararle atoles o bebidas ricas, limpiarle la casa y lavar los platos. A lo mejor te pedirá que cuides al bebé mientras ella se baña, pero únicamente. No debemos hacerle preguntas que la puedan alterar o que ella no es capaz de responder. Al contrario, hay que escucharla, calmarla, brindarle seguridad y alentarla a que desarrolle su propia intuición de madre. Hacer visitas cortas y productivas, explicarle que los primeros días son difíciles, y parecerá que nunca terminan, pero que antes de que ella se de cuenta estará llevando al hijo al kinder, y que toda su amorosa entrega y desvelos rendirán abundantes frutos.

La lactancia en sí misma es un tema que abarca aspectos políticos, de sustentabilidad y espirituales, como los que acostumbro compartir con todos ustedes.

Esta forma de recibir a los bebés, que por milenios fue la única existente, hoy demanda ser atendida con urgentes cambios en las políticas públicas y empresariales, ya que es una base fundamental de estabilidad emocional en el desarrollo infantil, y rompe con patrones de consumo de leche industrializada, que no sólo no sustituye adecuadamente las funciones de la naturaleza, sino que al considerar que es igual o mejor que la leche materna, afecta el vínculo más importante de apego con la figura medular para nuestro sano desarrollo: nuestra propia madre.

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Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

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