GRATITUD: LA MEMORIA DEL CORAZÓN

 10/09/2016 - 14:18

Homilía del Pbro. Elías López

 

9 de octubre de 2016

(Evangelio del domingo 28 del tiempo ordinario Ciclo C: Lc 17,11-19)

Jesús continúa su camino a Jerusalén y san Lucas nos cuenta que, al entrar en la ciudad, salieron a su encuentro diez leprosos que le gritaban diciendo: “Jesús, Maestro, compadécete de nosotros.” Jesús los vio y les dijo: “¡Vayan a presentarse a los sacerdotes!” Mientras iban, quedaron curados de su lepra (vv.12-13). Uno de ellos que era samaritano, al verse sanado, volvió y postrándose ante Jesús, le dio las gracias. Jesús preguntó: “¿No eran diez los que quedaron purificados? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Sólo este extranjero volvió para glorificar a Dios? (v.17).

Casi todas las familias educan a sus hijos para que sean agradecidos. Cuando un niño recibe en su casa un regalo, la emoción le hace olvidar las palabras mágicas. Entonces uno de sus padres le invita a dar gracias diciendo: “Y ¿cómo se dice?” Pero cuando uno deja de ser niño, se pierde con frecuencia el hábito de dar gracias. En la relación con Dios porque, cuando tratamos de servir fielmente a Dios, caemos en la tentación de pensar que tenemos derecho a que Dios nos recompense. Pensamos que Dios,  al darse cuenta de que somos bien portados, debería facilitarnos las cosas y apartar los obstáculos de nuestro camino. Por eso algunos opinan que la mera observancia de las  prácticas religiosas endurece nuestro corazón y nos deshumaniza. Y vamos por la vida juzgando y condenando a los demás porque no piensan como nosotros o simplemente  porque son diferentes. En la vida social sucede algo parecido.

Nuestras relaciones sociales se contaminan, muchas veces, de mercantilismo:” yo te doy y, cuando necesite, tú me vas a dar también; yo te invito a mi fiesta, pero tú me invitarás a la tuya”. Y así poco a poco se va perdiendo en nosotros el hábito de valorar lo que hacen los demás por nosotros y de ser agradecidos.

En el evangelio de hoy Jesús nos invita a recuperar la actitud de mostrarnos agradecidos. San Lucas hace notar que Jesús no sólo escucha el grito de los leprosos, sino que los mira a los ojos con una mirada compasiva.

Nuevamente recuerdo esa oración colecta que pide a Dios: “Míranos, Padre, con ojos de misericordia.” Y casi percibo la voz de Dios que me dice: “Tú también mira a los demás, como yo los miro a ustedes: con misericordia, con compasión.”

El primer paso para recuperar la gratitud consiste en comprender que lo que los demás hacen por nosotros son gestos de amor inmerecidos que siembran en cada uno la gratitud, el agradecimiento. La acción de gracias crea el espacio espiritual de la auténtica relación con Dios y con nuestros semejantes. En suma, es la fe que salva.

El samaritano, al regresar para dar gracias se encuentra con Jesús y es salvado por él. Su vida ha cambiado y su relación con Dios es ahora cercanía, confianza, gratuidad.  Creer, tener fe es agradecer a Dios que actúa en los acontecimientos de la vida diaria.

Decía el P. Gustavo Gutiérrez que “sólo hay una clase de personas que transforma el mundo espiritualmente: quien tiene un corazón agradecido.” Y el maestro Eckhart dijo en cierta ocasión: “Si la única oración que digo es “Gracias”… es suficiente.”

En el evangelio Jesús se sorprende de que de los nueve leprosos sólo uno de ellos (el samaritano) regrese para glorificar a Dios. ¿Hoy también el porcentaje de los ingratos será del 90%? En la actualidad nos causa sorpresa de  que los que están alejados de la Iglesia son quienes combaten contra el mal, la corrupción, la violencia y la muerte que se han aposentado en nuestro país, luchan por la justicia y se solidarizan con las mejores causas. Los creyentes, en cambio, parece que estamos dormidos y sólo nos interesa el bienestar personal y familiar.

Érase una vez un niño que, jugando en el muelle del puerto, se cayó a las aguas profundas del océano. Un viejo marinero, sin pensar en el peligro, se lanzó al agua y buceó para encontrar al niño y finalmente lo sacó del agua. Dos días más tarde la madre vino con el niño al muelle para encontrarse con el marinero. Cuando lo encontró le preguntó :”¿Es usted el que se lanzó al agua para salvar a mi hijo?” -Sí, yo soy, respondió.  La madre le dijo: “¿Y dónde está el gorro de mi hijo?”

 

Elías López Bta. Pbro.

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Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

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