Francisco Franco y Donald Trump. Chocolate y exterminio

 04/13/2017 - 17:43

 

La estampa ha conmocionado al mundo: Donald Trump alardeó sobre su decisión de bombardear Siria y explicó que tomó la decisión mientras degustaba, junto con el presidente chino Xi Jinping, una hermosa y deliciosa tarta de chocolate en su residencia de Florida (1).

Para darnos una idea de la gravedad de esta determinación tomada durante el postre, basta con leer en el portal de noticias RT la opinión de Serguéi Sudakov, miembro de la Academia de Ciencias Militares de Rusia, quien explicó que si Siria hubiera recurrido al uso de los sistemas rusos de defensa antiaérea que posee, para derribar los misiles estadounidenses, sin duda se habría desatado una guerra nuclear entre la propia Rusia y Estados Unidos, ya que, a decir de otro analista citado en la misma nota, “En realidad, los sistemas rusos de defensa antiaérea desplegados en Siria defienden los intereses de Rusia y sólo están subordinados al mando militar de este país”. (2)

Trump, el candidato empresarial multimillonario que hoy ocupa la presidencia del país con mayor poderío militar del mundo, quien durante su campaña por un lado instigaba el racismo y el odio hacia los migrantes y por otro lado aseguraba estar en contra de las guerras en Medio Oriente, en menos de tres meses ha calentado el ambiente diplomático, militar y geopolítico global con sus decisiones provocadoras y guerreras, sin consenso alguno de la ONU o la OTAN, y sin mostrar absolutamente ninguna prueba de que efectivamente el presidente sirio fue responsable del ataque con gas sarin sobre la población civil de su país, al igual que George Bush Jr. jamás pudo demostrar que hayan existido las “armas de destrucción masiva” que justificaran la devastación de Irak con la famosa “segunda guerra del Golfo”.

En las aún pocas semanas de su mandato, Trump ha desequilibrado la frágil paz entre las grandes potencias militares, tanto por su ataque sorpresivo a Siria, como por el envío de submarinos hacia Corea del Norte.

Ante la oposición del Congreso estadounidense para asignar fondos para construir su infame muro fronterizo con México, pareciera que Donald está recurriendo a la táctica de Felipe Calderón y Bush, de estar dispuesto a emprender guerras con el fin de apelar al nacionalismo y aumentar su popularidad.

Trump, quien confundió al país atacado durante su relato al presidente chino, diciendo en primera instancia que había bombardeado Irak, sin embargo no olvidó el delicioso sabor de su maravilloso pastel, lo que nos revela el indudable carácter dictatorial que nunca ha negado tener el hombre del pelo amarillo, quien con este gesto se coloca en la tradición de los grandes déspotas. Es inevitable que la escena de la decisión de Trump para enviar la muerte a un país lejano mientras disfruta de un postre de chocolate, no nos remita a la tristemente célebre anécdota según la cual Francisco Franco solía degustar un delicioso chocolate cuando ordenaba la ejecución de sus enemigos políticos, tal y como lo narró en 1981 Pedro Sainz Rodríguez, quien alguna vez fuera ministro de educación del dictador español: “Me pareció una monstruosidad ver a Franco firmando sentencias de muerte mientras tomaba chocolate con churros con una tranquilidad pasmosa”. (3)

Si Francisco Franco sumió a su patria en una nueva edad oscura en pleno siglo XX mediante la brutal represión de su pueblo, y si María Antonieta ayudó a desatar una revolución sugiriendo que el pueblo francés hambriento comiera pasteles a falta de pan, ¿por qué Trump no habría iniciado la tan temida tercera guerra mundial mientras saboreaba su tarta de chocolate?

Pero Trump no se quedó ahí, sino que además de fanfarronear ante su huésped que su armada disparó 59 misiles sobre Siria, fue muy puntual al comunicar al pueblo estadounidense, con todo detalle, la circunstancia en la que tomó tan trascendente decisión, regodeándose en lo delicioso del postre y en el hecho de que emitía esa “orden de exterminio” (como diría Pablo Neruda) en su residencia de Mar-a-Lago, en Florida.

Los pasteles y el universalmente celebrado sabor del chocolate se nos presentan ahora como símbolos de ignominia, como la afirmación festiva de un poder absoluto sobre vidas y patrimonios ajenos, así haya sido ganado ese poder con las armas, la “tradición” monárquica o las urnas.

Donald Trump, seguramente sin querer, nos recuerda con su cínica referencia a la tarta de chocolate, que la historia a veces se repite, y que los poderosos no están dispuestos a aprender de ella, sino todo lo contrario, están incluso dispuestos a terminar con esa historia de la humanidad, que no sería otra cosa una guerra nuclear, por “limitada” que fuera. Hiroshima y Nagasaki, pero también Chernobyl y Fukushima, nos han enseñado que en una conflagración nuclear mundial, no habría ganadores, y quién sabe si sobrevivientes.

 

 

Cristina Sada Salinas

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Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

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