El Papa Francisco y Ana Lucía: buenas intenciones contra cruda realidad

 05/21/2019 - 04:33

Respecto al tema de la pederastia clerical, las semanas recientes han estado marcadas por dos hechos muy importantes: A nivel mundial se dio la publicación por parte del Papa Francisco de su carta apostólica de “motu proprio”, titulada “Ustedes son la luz del mundo” (leer), en la que establece nuevas reglas para enfrentar este delito dentro de la Iglesia, y en México nos sacudió el valiente testimonio de Ana Lucía Salazar, cantante y conductora de televisión que se convirtió en la primera mujer en denunciar públicamente a un sacerdote católico miembro de la Legión de Cristo, como el hombre que la agredió sexualmente en repetidas ocasiones cuando ella era apenas una niña de ocho años de edad (video).

 

Quienes conocemos de cerca el dolor de las víctimas, entendemos la revelación de una víctima es tan importante como un documento papal, pues mientras que es de esperarse que las directrices de un pontífice sean acatadas por la jerarquía católica en todo el mundo católico, cada vez que una víctima se atreve a narrar al mundo su tragedia y señala a su agresor, esa víctima nos muestra la podredumbre del sistema de poder eclesiástico, así como nos incita a caminar hacia la justicia, independientemente de las leyes eclesiásticas o civiles, que hasta ahora han sido insuficientes y parciales, cuando no cómplices de victimarios y encubridores.

 

Las duras pero necesarias palabras de los sobrevivientes transforman conciencias, despiertan nuestra indignación y nos llevan a la empatía y a la exigencia de justicia, generan cambios en la opinión pública y remueven convicciones, a veces de toda una vida. Las frías y calculadas reglamentaciones pontificias encubren la raíz del problema, regatean la verdad y aplazan las medidas concretas que se deberían tomar; se aferran a “que todo cambie para que todo siga igual” para salvar la imagen de la muy humana institución que asegura representar a Dios mismo.

 

Dice el Papa Francisco en su documento que “aunque ya se ha hecho mucho, debemos seguir aprendiendo de las amargas lecciones del pasado, para mirar hacia el futuro con esperanza”, como si la pederastia clerical fuera cosa del pasado, como si aquí y ahora no siguieran operando bajo la protección de la iglesia los perpetradores, y como si las víctimas hubieran podido dejar atrás su dolor.

 

Ana Lucía nos explica en una amplia entrevista que recomiendo leer (entrevista), algo que muchas otras víctimas exponen con similares palabras: “...Es muy importante entender que las víctimas y sus abusadores tienen una liga interna… inquebrantable, porque el daño es permanente, porque el daño no prescribe… El dolor de la víctima no prescribe”.

 

¿A qué se refiere entonces Jorge Mario Bergoglio cuando habla de “amargas lecciones del pasado”, cuando el daño a las víctimas se conjuga siempre en tiempo presente, así pasen décadas?

 

El “motu proprio” papal indica que se “...deben establecer, dentro de un año a partir de la entrada en vigor de las presentes normas, uno o más sistemas estables y fácilmente accesibles al público para presentar los informes...”, esto, a criterio de cada obispo y sin que se indique el modo concreto de hacerlo y sin que en ninguna de las directrices  se especifique castigo alguno, y como dicen los abogados, “sin sanción no hay delito.

¿Qué se puede esperar de los tan diversos criterios de los purpurados a nivel mundial? No mucho, si recordamos las decenas de casos en que a los obispos, arzobispos y cardenales les ha importado más su imagen pública que las víctimas, por lo que prefieren encubrir y cambiar de parroquia al abusador. ¿Qué puede esperar Ana Lucía de la capacidad de discernimiento de los obispos? Nada si nos atenemos a su testimonio: “En el momento que hablo, mis padres hablan con el obispo. En aquél tiempo era Jorge Bernal, [quien] les dice que no metan una denuncia penal, porque me iban a revictimizar…, que me iban a esculcar, a meter los dedos, a toquetear, que iba a ser impactante para mí… Muy inteligente [el obispo], para unos padres tan jóvenes en aquella época. Confiaron en la autoridad del colegio, se asustaron muchísimo, los sobrepasó la situación, evidentemente”.

 

Podríamos seguir por muchas páginas confrontando las buenas intenciones canónicas de Bergoglio con la cruda realidad de la iglesia denunciada por Ana Lucía —una superviviente de ese “amargo pasado” al que el Vaticano se niega a voltear a ver mientras enfatiza el “esperanzador” futuro, y al que las leyes civiles, por lo menos en México, cancelan toda posibilidad de justicia—, pero por lo pronto me conformaré con tocar, para cerrar este artículo, dos puntos que me parecen fundamentales para el futuro inmediato de la lucha que sostenemos contra la pederastia clerical.

 

 

Del “protocolo pederasta” al “ principio elemental de justicia”

 

 

 

Un avance del documento “Ustedes son la luz del mundo” es su indicación de que “...Al que hace un informe no se le puede imponer alguna obligación de guardar silencio con respecto al contenido del mismo”, lo cual rompe formalmente con el llamado “secreto pontificio”, o como lo llamó Alberto Athié, el “protocolo pederasta” (nota), que condenaba a la excomunión automática a los católicos que denunciaran los abusos sexuales ante autoridades civiles.

 

Lo anterior es una mejoría, pero persiste problema. Francisco es poco claro, nada contundente, en ordenar que sea obligatoria la denuncia de los casos ante las instancias penales. El documento indica que si bien “Estas normas se aplican sin perjuicio de los derechos y obligaciones establecidos en cada lugar por las leyes estatales, en particular las relativas a eventuales obligaciones de información a las autoridades civiles competentes...”, limita la orden a que “...cada vez que un clérigo o un miembro de un Instituto de vida consagrada o de una Sociedad de vida apostólica tenga noticia o motivos fundados para creer que se ha cometido” algún delito sexual contra niñas, niños y adultos vulnerables “...tiene la obligación de informar del mismo, sin demora, al Ordinario del lugar donde habrían ocurrido los hechos o a otro Ordinario”; o sea, sigue siendo solamente obligatorio reportar el caso ante un obispo. La obligatoriedad papal mantiene dentro del cerrado ámbito eclesiástico el manejo de los casos.

 

En contraste con la poca contundencia del Papa, nos sorprendió gratamente el arzobispo de Monterrey y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano Rogelio Cabrera López, quien en un documento titulado “A propósito del Motu Proprio del Santo Padre” (leer), fue más allá de su superior jerárquico al publicar los lineamientos para la iglesia en México en estos términos: “Informar a las autoridades civiles es indispensable, ya que, si la atención de los asuntos queda circunscrita únicamente al ámbito canónico y se omite el involucramiento de las autoridades civiles, se corre el grave riesgo de distorsionar un principio elemental de justicia”.

 

Nos congratulamos y felicitamos a Don Rogelio Cabrera por esta decisión, porque desconfiamos de los criterios de obispos y sacerdotes, de modo que al ser la iglesia una institución vertical y antidemocrática, esperamos que una indicación superior directa como ésta, al menos presione moralmente a esos obispos y sacerdotes para que piensen dos veces antes de encubrir a los pederastas, y así se impida que la información de los casos quede oculta en los archivos de un obispado o el Vaticano.

 

Sin embargo, moderamos esta felicitación al ver que a pesar de la disposición de Cabrera para romper esquemas, en el caso de Ana Lucía prefiera el silencio a la claridad (nota). ¿Si la verdad nos hará libres, por qué guardar silencio?

 

 

No prescripción: hacia un Estado de Derecho para las víctimas

 

 

 

Diversos sobrevivientes como Jesús Romero Colín y Joaquín Aguilar, abogados como Adalberto Méndez López y activistas como Alberto Athié y yo misma, tenemos años señalando públicamente la urgencia de que en México se legisle para que el delito de pederastia no prescriba jamás, pues como hemos comentado, el daño que se causa a niñas, niños y adolescentes con el abuso sexual dura para toda la vida.

 

Sabemos que el pasado 10 de abril en la cámara de diputados se aprobó un aumento en las penas para el delito de “turismo sexual contra personas menores de edad o que no tengan la capacidad de comprender o resistir el hecho”, delito que será imprescriptible (boletín). Felicitamos a las diputadas y los diputados que promovieron este cambio legal, que es un buen antecedente para que en un futuro próximo todos los delitos sexuales que afecten a menores tengan el mismo carácter de no prescripción.

 

Ana Lucía Salazar, con mucha claridad en su testimonio, se une a nuestras voces: “Al ver el impedimento que tengo de señalar en materia penal o civil a este personaje después de lo que me hizo, todo porque ya pasó el número de años, voy a tener una junta en el Senado, para luchar para que este tipo de delitos no prescriban. No puede ser que no haya un Estado de derecho para estas víctimas”.

 

Uniremos nuestro esfuerzo al de esta joven guerrera y conseguiremos que a nivel federal y de todos los estados la ley no dé tregua a los perpetradores de este horrible delito que devasta personas y destruye familias, afectando gravemente a la sociedad.

 

Los pederastas y sus encubridores no deben estar tranquilos al amparo de una ley canónica desfasada de la realidad, incluso bajo las nuevas normas dictadas desde Roma y desde las Conferencias Episcopales, o bajo la protección de una legislación endeble que permite la complicidad de autoridades civiles con el poder eclesiástico.

 

Seguiremos empeñados en esta lucha bajo el ejemplo y valor de las y los sobrevivientes que como José, Jesús, Joaquín, Javier, Ignacio, Ana Lucía y tantos otros, nos marcan el camino.

 

Cierro con estas aleccionadoras palabras, con este reto de Ana Lucía:

 

“Como le dije a una persona, que [señala] que los legionarios se están burlando de mí, porque ellos están tranquilos... Y yo le [contesté]: se reirán de Dios, de la fe de la gente, de los niños del mundo, del dolor humano, de la justicia, de la verdad, del Papa y su tolerancia cero. Se ríen de los justos, de los buenos, de los fieles creyentes, de los heridos por sus abusos. Fernando Martínez [se ríe] con celebrar misas, celebrando haber sido abusado en su infancia y de la impunidad, que también él es víctima de su propio dolor, de lo que terminó por convertirse. De mí no se ríe nadie, ni ellos ni nadie, porque la verdad está de mi lado y mi mundo es más sublime que ese y que ellos. Hoy tienen que construir para poder encajar, porque en el mundo de nosotros, de la gente, que seríamos incapaz de perpetuar el dolor y el abuso de cualquier persona, no encajan. Ellos son los inadaptados, no nosotros”.

 

Bravo Ana Lucía. Al poder detrás de los abusos ya se le está borrando la sonrisa. Tu contribución es histórica y jamás será olvidada. Gracias.

 

 

Cristina Sada Salinas

 

 

Foto tomada de: aztecanoticias

Imagen de cristinasc
Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

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