Casa Colibrí: partos para una mejor humanidad

 07/25/2014 - 20:01

En esta ocasión les comparto una información que me atañe en lo personal, pues se trata de un video realizado por Global Press Journal acerca del trabajo de mi hija Ana Cristina en su espacio llamado Casa Colibrí (Facebook) ubicado en San Cristobal de las Casas, Chiapas, dedicado a la promoción de la salud integral de las mujeres, en especial a través de las prácticas de humanización del parto, nacimiento, lactancia y crianza. (Video)

Lo hago porque, más allá del natural orgullo de madre que siento por tan valiosa labor de mi hija, considero que a raíz de la deshumanización que como sociedad vivimos en todos los niveles, tenemos una urgente necesidad de relacionarnos desde las partes más profundas de nuestro ser, es decir, a partir de involucrarnos realmente con el Otro abriendo el corazón, aprendiendo a escuchar y tomando en cuenta que siempre estamos enfrente de un ser que carga con una historia particular de angustias e ilusiones que conforman su personalidad.

La principal actividad de Casa Colibrí son los llamados partos humanizados, una práctica a la que Cristy llegó después de convertirse en médico cirujano partero bajo la influencia de Joanna, su hermana mayor ya fallecida, quien había comenzado a estudiar medicina naturópata y tenía un pensamiento agudo y crítico, que cuestionaba seriamente algunos dogmas, parámetros y prácticas de la medicina alópata. Otra fuerte influencia la recibió durante el año en que realizó su servicio social atendiendo únicamente a indígenas en una clínica de San Cristobal de las Casas, experiencia que la marcó y la llevó a una introspección muy profunda mediante la cual cuestionó su futuro profesional. Así, después de haber considerado que quería tener dos subespecialidades como cirujano y pediatra, Cristy, impulsada por el gran amor que siempre ha sentido por lo niños, decidió que los atendería en el momento mismo de su nacimiento y que para ello recurriría a los partos humanizados. Haría y aprendería lo necesario para convertirse en partera, pero de una especie nueva, que como se dice en el video, son mujeres con título en medicina que cuentan con todas las certificaciones necesarias para atender a sus pacientes, y que libremente y después de profundas reflexiones, deciden transformarse en parteras.

Las ventajas de este tipo de partos son enormes, pues la intervención de la partera es mínima, lo que permite que el proceso sea natural y se dé por sí mismo. Insisto en que ellas conocen, estudian y están capacitadas para apoyar y acompañar a las madres, monitoreando que el proceso sea lo más seguro posible. Millones de años de partos sin que existieran hospitales han equipado al cuerpo femenino para este acto supremo. Sin embargo, mi hija está perfectamente bien entrenada para que, en el remoto caso de una inadvertida emergencia -que se tienen una incidencia de tan sólo el 10 por ciento-, puedan coordinarse con una ginecóloga especializada en cesáreas para atender de inmediato la eventualidad.

Pero dando por descontado estos aspectos "clínicos" del tema, lo que quiero destacar es la relación íntima, respetuosa y sostenida que se genera entre la partera y las parejas embarazadas -porque así las llama mi hija- durante todo el proceso; un proceso que deja en un mínimo necesario las intervenciones tales como los ultrasonidos y demás procedimientos invasivos que ella considera innecesarios en la mayoría de los casos. Se establece así un vínculo humano muy fuerte entre embarazada, partera y dula, el cual favorece enormemente la confianza de ir contra corriente en este entorno cultural de ideas tan fijas y arraigadas sobre la peligrosidad del parto. Incluso una vez a la semana abre su casa para los "tés encuentros", a los que llegan las embarazadas o aquellas mujeres que ya experimentaron sus partos, y en estas reuniones de grupo las pacientes asisten con sus niños. Platican entre ellas de las dificultades de la lactancia, de la crianza, del parto, o las sensaciones, alegrías o angustias durante el embarazo.

Esto marca un contraste inmenso respecto a lo que actualmente se ofrece a las millones de mujeres embarazadas mexicanas en nuestro sistema de salud, incluso en la medicina privada, que si bien oficialmente no llama enferma a la paciente o a su bebé, sí son tratados como tales, sobre todo en el parto, evento durante el cual dan a la madre mínimas oportunidades de tomar decisiones y se le practican episiotomías o cesáreas, que en un gran porcentaje de los casos no son necesarias. Hay un dato alarmante en el video: en México, el 46 por ciento de los nacimientos registrados en 2012 fueron por cesárea; el porcentaje más alto del mundo (Ver nota), cuando la Organización Mundial de la Salud ha establecido que ningún país debe tener una tasa mayor al 15 por ciento.

En cambio, el vínculo que se refuerza entre madre y hijo en los partos humanizados es profundísimo, y el nacimiento no es traumático para los bebés. Tan es así que al nacer no lloran, sino que, cuando el parto es en agua, los pequeños nadan primero y luego respiran en los brazos de su madre, abrazados ambos por el padre. Así, los bebés inmediatamente están cerca del corazón de su madre, cuyos latidos son los que reconocen pues fueron su música durante su formación en el vientre materno. Apenas nacen comienzan a ser alimentados por el pecho materno que contiene calostro, el cual es el máximo alimento generado por la madre, pero dura sólo el lapso de algunos días.

En todo este proceso del parto humanizado la partera mantiene un profundo respeto a los derechos humanos de la paciente, sin someterla a ningún procedimiento no deseado, y si quiere cambiar de opinión y desea ir a un hospital, se le traslada. La paciente siempre es escuchada y tomada en cuenta, y no es tratada como en las clínicas comerciales, como un ser inútil e ignorante sobre el cual toman todas las decisiones los profesionales.

Es, en síntesis, una experiencia transformadora para la madre y el padre, aunque sigue siendo todavía un esfuerzo pionero en México, que está muy lejos de poder llegar a las grandes mayorías que tienen que recurrir a un sistema de salud pública desmantelado por los sucesivos gobiernos neoliberales de las últimas décadas, o si se tiene más recursos, por hospitales privados manejados como negocios que atrás de una estudiada amabilidad, esconden una visión pragmática y utilitaria, en la que la más alta prioridad en las juntas de consejo, órgano rector de los nosocomios, es el rendimiento del capital, y no la más respetuosa atención a sus pacientes.

Gracias a una sobrina mía que vive en Holanda estoy enterada de que en el sistema de salud pública de aquel país existen tanto salas de hospitales donde quienes atienden son ginecólogos, así como otras donde atienden parteras, y las holandesas tienen la oportunidad incluso de decidir si quieren ser atendidas por unos u otros, y si eso deciden, tener a una partera en casa.

Qué triste que haya tan pocas opciones para las jóvenes madres de nuestro país.

Me siento muy orgullosa de que mi hija Ana Cristina, con su gran dedicación y paciencia para acompañar a las parejas embarazadas en partos largos (algunos de hasta más de 48 horas) y en ocasiones dolorosos, esté contribuyendo con su pequeño grano de arena a que ésta sea una mejor humanidad. Un mundo en el que al nacer, el niño en vez de encontrar la separación de su fuente, la madre, y en vez de encontrarse con un ambiente de plástico y un sistema de potentes reflectores en un quirófano, en lugar de ser separado inmediatamente del abrazo de su madre, sea recibido por una mamá presente, nutriente y amorosa.

Que los bebés y sus madres dejen de ser violentados por las prácticas copiadas de los sistemas de las fábricas, con partos programados y en línea para la eficiencia de las horas de trabajo del médico, para algún día aspirar a vivir en una nación con respeto y amor por las necesidades de las madres y de los seres a quienes les debemos dar la mejor de las bienvenidas, los bebés recién nacidos.

Cristina Sada Salinas.

VIDEO

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Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

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