CAMINANTES CON SED DE ETERNIDAD

 03/19/2017 - 15:23

Estimados amigos:

 

Sé que cuando comparto homilías de algunos de mis amigos sacerdotes a muchos de ustedes no les entusiasma, lo cual respeto profundamente.

Yo no me confieso católica y prefiero no poner ninguna definición en cuanto a mi línea espiritual. Me interesan todas las religiones y espiritualidades, incluyendo el budismo y la parte profunda de las enseñanzas del islam, que tiene una parte mística de gran riqueza que se puede leer en todos los escritos de los sufíes; pero al mismo tiempo no niego mi cuna, y mi cuna es de base cristiana de un lado, por mi madre, y católica por mi padre, y así fui educada.

El catolicismo y el cristianismo comprometidos con las causas sociales me sigue motivando y dándome luz en esta vida que me ha sido prestada por ya bastantes décadas, y jamás voy a negar, como se dice coloquialmente, la cruz de mi parroquia, por más interés que pueda tener en el sufismo o en el budismo.

Así es que para mí sí es importante compartir reflexiones profundas nacidas de los cuatro evangelios oficiales, porque hay muchos otros llamados apócrifos y gnósticos, en los cuales también cada día profundizo más.

Mis amigos sacerdotes me hacen el honor de compartirme en ocasiones su tiempo, y en ocasiones su palabra plasmada en homilías como la que ahora comparto, de parte de mi estimado padre Elías López.

 

Cristina Sada Salinas

 

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CAMINANTES CON SED DE ETERNIDAD

 

Por Pbro. Elías López Bautista

(Evangelio del domingo 3º. de Cuaresma Ciclo A: Jn 4,5-42)

 

San Juan nos narra el encuentro de Jesús con una mujer samaritana. Los samaritanos son gente despreciada por los judíos por practicar una religión mezclada con elementos paganos. Jesús está fatigado, se acerca al pozo de Jacob, se sienta y pide agua a la Samaritana (vv. 6-7). Después se invierten los papeles. En un diálogo profundo y sincero Jesús le hace descubrir una sed de felicidad que necesita otra clase de agua para saciarse. Y esa agua solamente se la puede proporcionar Jesús, el Mesías, el que habla con ella (vv.13-14).

Los humanos somos seres necesitados, sedientos, aunque a veces no lo sepamos reconocer. Caminamos desencantados de la vida, convencidos de que la vida ha sido injusta con nosotros. En nuestra lucha por la justicia y la fraternidad nos topamos con la sordera y ceguera de nuestros gobernantes. Y con frecuencia somos presa del desaliento, de la desesperanza y de la impotencia, abandonamos la lucha y volvemos al pequeño mundo de nuestra familia. ¿Y los ideales? Se van directamente al bote de la basura. Otros transitan por la vida con las heridas del alma a flor de piel sin buscar y, a veces, sin encontrar el camino de su curación. Y preguntando con José Alfredo Jiménez: “Tú que me viste llorar de angustia dime, paloma por cuál (camino) me voy.” Y aquí podemos preguntarnos: ¿Cuáles son las heridas que necesitan ser curadas en tu vida? ¿Con qué medios o con qué personas buscas la curación?

Jesús no sólo ayuda a la Samaritana a descubrir sus heridas, sino también le asegura qué tiene el remedio para sanarlas. En realidad todos tenemos necesidad de ser felices, de encontrar la fuente de la verdadera alegría. El problema son los pozos a los que acudimos a beber. La Samaritana se había equivocada varias veces y, por fin, encuentra en Jesús el manantial de agua viva: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, porque el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna” (vv.13-14). ¿Qué es esta agua y dónde podemos encontrarla? Se trata de la fuerza del Espíritu (v.24) Dice Florentino Ulibarri que “el Espíritu que Jesús comunica se convierte en cada persona en un manantial que brota continuamente y que, por tanto, da sin cesar vida y fecundidad.” En otras palabras, necesitamos de Dios, necesitamos acercarnos a él. Muchos no se dan cuenta de que Dios les hace falta en su vida y, nuestra tarea es despertar en ellos el deseo de Dios. Pero, ¿cómo acercarme a Dios? ¿Cómo sentirlo cerca? Buscando tener un encuentro personal con Jesús a través de la oración, de la lectura del evangelio y de las señales que él va poniendo en el camino de nuestra vida. También la comunidad posibilita ese encuentro, cuando se comparte con otros la fe y la Palabra de Dios.

Gustavo Gutiérrez, el padre de la teología de la liberación escribió un libro de espiritualidad que tituló: “Beber en su propio pozo.” Con ese título nos quiere decir que el agua capaz de saciar nuestra sed de sentido, de vida duradera, de eternidad está dentro de nosotros, en nuestro interior. Es el Espíritu de Jesús, la fuerza que nos alienta, que nos anima, que nos ayuda a caminar, que nos da vida.

Un estudiante fue a consultar a su maestro espiritual y le hizo la siguiente pregunta: “Maestro, ¿cómo puedo encontrar verdaderamente a Dios? El maestro espiritual le pidió que le acompañara hasta el río y le dijo que se metiera en el agua. Cuando alcanzaron la mitad del río, el maestro le dijo: “Ahora sumérgete en el agua.” El acompañante espiritual cogió la cabeza del joven y la mantuvo dentro del agua. El estudiante comenzó a agitarse y a batir el agua con las manos, pero el maestro mantuvo sumergida su cabeza. Finalmente la soltó y el estudiante salió del agua en busca de aire. Su acompañante espiritual le explicó: “Cuando tu deseo de Dios sea tan grande como tu deseo de respirar el aire, entonces encontrarás a Dios.”

 

Elías López Bautista Pbro. 19 de marzo del 2017  

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Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

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