Aclamado y después asesinado

 04/15/2017 - 03:28

Estimados amigos y amigas:

 

Hoy es aún Viernes Santo para millones de cristianos en México y en el mundo, pues se conmemora el sacrificio en la Cruz de quien es considerado el hijo de Dios, Jesús de Nazaret, personaje situado en la historia de hace más de dos mil años, y que para los creyentes es presencia viva es sus vidas, Hermano y Maestro.

Mi amigo el padre Elías López me compartió su homilía del pasado Domingo de Ramos. Ahora la comparto, pues habla de la importancia de que nuestra vida humana sea vivida con propósito. Una vida humana donde amemos sin desfallecer, cambiando nuestros corazones y ofrendando nuestra existencia al servicio de los demás.

En estos tiempos en que Donald Trump se declara a sí mismo cristiano —recordemos que logró ganar las elecciones despertando el racismo y el fundamentalismo religioso, e hizo proselitismo sobre sus convicciones “compasivas” al oponerse al aborto—; afirmo que este improvisado presidente de Estados Unidos, aunque diga ser seguidor del Crucificado, actúa con antivalores como cruel y sanguinario dictador del mundo.

Trump no sólo acaba de bombardear una base militar del ejército Sirio, sino que lanzó ayer la “Madre de todas las bombas”, el explosivo no nuclear más poderoso, sobre el suelo de Afganistán, mientras provoca a Corea del Norte con sus portaaviones y sus submarinos armados.

Incluso, personajes de la talla de Noam Chomsky, el experto por excelencia en geopolítica, afirman que estamos más cerca de una conflagración mundial atómica que nunca.

La guerra es lo opuesto a la vida y a las enseñanzas del Jesús de los Evangelios.

Me pregunto si vivo esta vida desde el sembrar la paz, la justicia y el amor, o desde la indiferencia hacia quienes sufren, poseen menos que yo o necesitan de mi consuelo o acompañamiento.

Ni siquiera tenemos que ser cristianos para vivir el profundo respeto por el otro, incluso desde una vida con grandes dosis de compasión.

Por ser Viernes Santo, para los católicos o para los no católicos cristianos, quise compartirles este texto de uno de mis amigos sacerdotes radicado en Monterrey.

Para mis amigos judíos, ateos, agnósticos, budistas o musulmanes, les comparto la interpretación de un sacerdote católico sobre las enseñanzas humanistas de Jesús, ya que sé que éstas aplican para entender el camino de la paz y la justicia, valores que, estoy segura, todos en esta página compartimos.

Que tengan un muy agradable fin de semana.

 

Cristina Sada Salinas

 

***

 

Aclamado y después asesinado

 

Por: Pbro. Elías López

 

(Evangelio del domingo de Ramos Ciclo A: Mt 21,1-11)

 

Jesús hace su entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén y la multitud lo aclama con ramos y palmas. Es una entrada sorprendente, porque va montado en un burro. ¿Por qué lo hace? El evangelio de Mateo, al narrar el acontecimiento, cita unas palabras del profeta Zacarías. Esa referencia nos hace saber que entrar montado en un asno no es sólo una anécdota simpática. Se trata de un mensaje profundo que nos ayuda a entender el actuar de Jesús. El grupo de acompañantes está dispuesto a reconocerlo como el Mesías, pero abrigan la esperanza de que Jesús realice alguna acción espectacular que convierta a Israel en una nación poderosa. Sólo así podrá sacudirse el yugo de los romanos.

En realidad Jesús viene dispuesto a actuar, a sacudir conciencias y a continuar su camino hasta el final. Pero no como se imagina la mayor parte del pueblo israelita. Así lo explica Josep Lligadas: “El profeta habla de un rey que no llegará montado a caballo, que es el animal de la guerra, sino en un asno, que es el animal de la vida cotidiana y del trabajo que permite vivir, el animal de la gente sencilla y de los pueblos pobres. Ese rey, dice el profeta, hará desaparecer de Israel todos los instrumentos de guerra y su dominio llegará hasta los límites más lejanos…” Y eso es lo que Jesús quiso decir a todos los que le acompañaban. Quiere inaugurar una forma distinta de vivir, en la que el objetivo primordial sea la paz y la justicia para todos. Esta paz y esta justicia no se construyen ni con el poder ni con las fuerza de las armas ni con una intervención milagrosa de Dios. El camino lo señala Jesús: cambiar los corazones, entregar la vida al servicio de los más débiles e indefensos, amar sin desfallecer y confiar totalmente en el Padre Dios.

La lectura de la Pasión del Señor nos invita a preguntarnos: ¿Por qué lo mataron? ¿Por qué murió? ¿Cuáles son las consecuencias de su muerte para él y sus seguidores?

Jesús se da cuenta de las consecuencias de sus actos, pero no se echa atrás y las acepta plenamente. La muerte de Jesús es el resultado directo del rechazo frontal por parte de los jefes religiosos de su pueblo. Los sacerdotes, escribas y fariseos rechazan a Jesús y a sus enseñanzas, porque eran contrarias a la voluntad de Dios manifestada a través de la ley de Moisés. Por eso se preguntaban: ¿Era Jesús el profeta que esperaban o era el antiprofeta que seducía al pueblo y le llevaba fuera de religión judía? La respuesta no era tan sencilla. Ciertamente Jesús actuaba contra la ley y el templo, signos claros del antiprofeta. Pero, por otro lado, las señales de su amor compasivo hacia los pobres, enfermos y pecadores eran una muestra palpable de que Dios estaba con él. Lo mataron porque denunció a las autoridades religiosas por utilizar a Dios y a la religión para oprimir al pueblo. Lo mataron por afirmar con hechos y palabras que el ser humano está por encima de la Ley y del templo.

Jesús se daba cuenta de que los jefes religiosos querían eliminarlo. ¿Qué razones tenía para seguir diciendo lo que tenía que decir y para seguir haciendo lo que tenía que hacer, a pesar de eso le acarrearía la muerte? Sin embargo, a Jesús le importó más ser fiel a sí mismo y a Dios que salvar su vida. Dejó que lo mataran para demostrar que la única manera de servir a Dios es ponerse del lado de los oprimidos.

¿Qué consecuencias tuvo su muerte? La muerte de Jesús nos obliga hoy a preguntarnos sobre el verdadero sentido de la vida humana. Él supo supo encontrar el camino que debe recorrer todo ser humano para vivir plenamente. “Amando hasta el extremo, nos dio la verdadera medida de lo humano. Desde entonces, si quiero dar pleno sentido a mi vida, no tengo otro camino que el amor total hasta la muerte, si las circunstancias lo exigieran.

La manera de interpretar la muerte de Jesús hoy determina la manera de ser cristiano y de ser persona. Hoy también hay miles de seres humanos que están entregando su vida por los demás. Ser cristiano no es subir a la cruz con Jesús, sino ayudar a bajar de la cruz a tanto crucificado que hoy podemos encontrar en nuestro camino.” Fray Marcos.

 

Elías López Bautista Pbro. 9 de abril del 2017

Imagen de cristinasc
Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.

Follow the author on         or visit   Personal Blog