Me acabo de enterar que el domingo pasado falleció Ignacio Martínez Pacheco, Nacho, activista y sobreviviente de pederastia clerical, quien en su adolescencia y siendo seminarista, fue abusado por el sacerdote Juan Manuel Riojas Martínez, conocido como “Padre Meño”, hoy condenado a trece años de prisión por otra agresión que cometió contra otro joven también ex seminarista.
Lamentablemente Nacho murió sin que las autoridades lo tomaran en cuenta, debido a nuestras obtusas leyes que condenaban anticipadamente a las víctimas si no denunciaban antes de un máximo de quince años después de cometido el abuso. Por fortuna recientemente ese plazo se amplió a los 33 años, (nota) un buen avance legislativo que tristemente no pudo ser aprovechado por víctimas del pasado, como Nacho, y un avance que sigue siendo insuficiente, pues muchos estudios demuestran que la mayoría de las víctimas de abuso sexual tardan hasta más de treinta años en denunciar, y los daños que el abuso deja en el alma y la psicología son para toda la vida.
Considero esta situación una doble infamia: el crimen de la pederastia en sí mismo, y la injusta prescripción de este monstruoso delito. Es por eso que soy parte de un grupo de activistas y sobrevivientes que pretendemos lograr que por fin en la presente o en la siguiente legislatura federal, bajo la batuta de un gobierno que se precia de progresista y humanista, se legisle para que el delito de pederastia sea imprescriptible, para que las denuncias sean válidas sin importar el tiempo que haya pasado desde que se cometió el delito. Esto sin duda ayudaría a disminuir la aberrante impunidad de la que hoy gozan los pederastas.
Es preocupante que estos delitos tengan un ámbito propicio en un entorno institucional de supuesta “educación humanista y cristiana”, como es un seminario católico, en este caso el Seminario Menor de Piedras Negras, Coahuila, dedicado a la formación de menores de edad. Coincido con mi amigo, el gran teólogo español Juan José Tamayo, en que los seminarios menores deberían estar prohibidos por el Estado, ya que en ellos se coloca a niños, separados de sus familias como en cualquier secta, sin protección alguna a merced de adultos, quienes además de adoctrinarlos pueden hacer con ellos prácticamente lo que quieran, como lo demuestran casos tan indignantes como el de Nacho.
El agresor de Nacho y el otro joven denunciante, lejos de ser castigado por el obispo de Piedras Negras, fue premiado por este jerarca, quien en todo momento tuvo pleno conocimiento de los abusos. “Meño”, ya con denuncias públicas en su contra, pasó de ser un simple “consejero espiritual” de seminaristas, a estar al frente de la principal parroquia de Piedras Negras, para luego ser nombrado rector del seminario.
Este es uno de los cientos o miles de hechos que me han llevado a convertirme en activista en contra de los abusos clericales ocurridos en la Iglesia Católica en particular, no porque se den únicamente en esta denominación religiosa, sino porque la estructura piramidal de la milenaria iglesia romana ha mantenido por muchos años l a práctica de premiar y proteger a los abusadores, en vez de escuchar a las víctimas y hacer justicia.
Nacho luchó incansablemente y denunció en medios de comunicación la incongruencia de esa iglesia sorda y ciega, habló con dos nuncios papales quienes fingieron apoyarlo pero no movieron un dedo; fue perseguido y sufrió atentados, por lo que el gobierno federal se vio forzado a proporcionarle guardias las 24 horas mediante el mecanismo de protección de defensores de derechos humanos. Fue objeto de campañas de difamación y de persecusión jurídica. En fin, Nacho resume en su trayectoria de lucha social todo lo que padecen quienes se atreven a enfrentar al poder, sea económico, político o religioso.
Nacho: Te agradezco la confianza que me tuviste durante varios años antes de tu anticipada muerte. Te llegué a estimar muchísimo aunque llegamos a diferir en metodologías de lucha. Dios te bendiga y que tengas un descanso eterno. Que la justicia se haga y sea aún superada por la magnificencia de estar envuelto en el Gran Espíritu. Honraremos tu memoria siguiendo en esta lucha a favor de quienes como tú han trascendido el papel de víctimas para convertirse en valientes luchadores por la verdad, la justicia y la no repetición, aunque esto implique retar a una de las mayores, multimillonarias y poderosas transnacionales del mundo: la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Cristina Sada Salinas
Regiomontana, apasionada por la comunicación, en la busqueda de construir opciones de participación ciudadana, para hacer frente a la corrupción del poder político y económico de México.